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LA RESONANCIA

“En medio de Spinoza” agrupa las clases que Deleuze dio sobre la Ética de Spinoza. Allí habla en un momento de la ‘sensibilidad filosófica’, como una cuestión ajena a la reflexión. Se trata, según Deleuze, de encontrar esos autores que uno amará, esos que nos hacen falta, los que tienen algo para decirnos y a los que tenemos algo que decirle. Cuando encontramos algo así, sentimos que nos habla al oído y nos dice algo fundamental para la vida. Y concluye: “ser spinozista no es en absoluto saber la doctrina de Spinoza, sino haber tenido ese sentimiento, haber vibrado en ciertos textos de Spinoza”. (1)

¿Por qué hago esta introducción? Porque siento que Deleuze está hablando ahí de algo que concierne al psicoanálisis: la resonancia, esa que nos provocan algunos autores y no otros, y eso es un efecto de la voz.

Lacan agregó a los objetos freudianos otros dos: la mirada y la voz, y denominó a las pulsiones allí en juego, escópica e invocante.
¿Qué quiere decir tomar la voz como un objeto? Es la voz vaciada de significación, la voz como algo diferente al dicho. Es lo que en el Seminario de La angustia (2) se presenta como la “alteridad de lo que se dice”, y en “El atolondradicho” (3) es el “decir” que queda olvidado tras lo “dicho”.
Eso que se hace oír en las fallas del discurso, allí donde la atribución de sentido no se hace posible, es lo que define nuestras afinidades, aunque nunca hayamos escuchado hablar a Spinoza o a Nietzsche.
La voz se opone a la significación pero también a la sonoridad, es áfona.

Freud nos enseñó que el Superyó incluye la conciencia moral, que es el imperativo categórico kantiano, esa instancia que dictamina cómo debemos obrar. Esa ley moral, tiene que estar acompañada de la voz, que es la que nos hace temblar cuando sentimos que no cumplimos con el imperativo. “La ley por sí sola no entra” (4) sin este elemento traumático, tenebroso, que pone de manifiesto que la ley necesita de ese resto fuera de sentido.

Ese resto á-fono y exterior a lo Simbólico, es lo que provoca efectos en el cuerpo, el eco en el cuerpo de un decir. Lacan afirma que para que ese decir resuene “es preciso que el cuerpo sea sensible a ello” (5).
Que un cuerpo sea sensible depende de que el lugar de objeto esté vaciado, esto tiene que ver con la falta de garantía en el Otro, ese vacío es lo que permite que el significante pueda resonar en él.
Tempranamente descubrió Freud la importancia de la voz en los síntomas histéricos, con sus afonías, tartamudez, gritos y sorderas psicógenas.
El encuentro con lo insensato, es el lugar de las formaciones del Inconciente, el lugar donde resuena el chiste, el lugar del duelo, de la experiencia mística, y también el lugar de la interpretación analítica. El lugar donde la voz se sonoriza en la psicosis, porque el objeto no ha caído, no se ha extraído del Otro, sino que está lleno y no queda distancia entre las palabras y las cosas, entre significante y significado, y por eso, la literalidad y la imposibilidad de compartir una agudeza.

En el Seminario 24 (6) Lacan anuncia que todo lo que es “dicho” no es más que una estafa, ese bla bla suple, amuebla el vacío de la relación sexual. En esa época los nudos le servían como lo más cercano que halló a la noción de estructura, preocupado por escapar de la estafa analítica.
La vía del sentido es inherente al dispositivo analítico, pero la neutralidad del analista está en la subversión del sentido.
El ruido adormecedor de la significación, con su encadenamiento S1-S2, es lo que acalla lo inaudible de la voz, llenando un espacio, que cuando permanece vacío permite sentir lo Otro del dicho.
Como Deleuze, Borges sabía de los fenómenos de resonancia y por eso le decía a sus alumnos: “Creo que la poesía es algo que se siente, y si ustedes no sienten la poesía, si no tienen sentimiento de belleza,..., el autor no ha escrito para ustedes. Déjenlo de lado, que la literatura es bastante rica para ofrecerles algún autor digno de su atención, o indigno hoy de su atención y que leerán mañana” (7).

Cuando alguna frase, orador, poesía, interpretación, nos llega y toca el cuerpo, es porque “un decir” abrió el espacio vacío de la voz. ¿Será por ésto que Lacan creía que hay más verdad en el decir del arte que en cualquier bla bla?

 

BIBLIOGRAFIA
1- G. Deleuze, “En medio de Spinoza”, Ed. Cactus
2- J. Lacan, Seminario 10, “La angustia”, Ed. Paidos
3- J. Lacan, “El atolondradicho”, Otros escritos, Ed. Paidos
4- J. Alemán, “La voz”, Revista consecuencias
5- J. Lacan, Seminario 23, “El sinthome”, Ed. Paidos
6- J. Lacan, Seminario 24, “El fracaso del Un-desliz es el amor”, inédito
7- J. L. Borges, Conferencia “Qué es la poesía”

María de los Ángeles Plácido