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La Astucia de Lacan

“No sé cómo hacer, por qué no decirlo, con la verdad, ni con la mujer. Dije que una y otra, al menos para el hombre, son la misma cosa. Son el mismo aprieto. El caso es, por accidente, que tengo el mismo gusto por una y otra, a pesar de todo lo que digan.”(1)
Jacques Lacan

La astucia es un concepto que tiene tradición en el campo de la filosofía y es desde allí que Jacques Lacan lo introduce desde los primeros momentos de su producción teórica.
Es Hegel quien sitúa la astucia de la razón, el devenir de la verdad de la cosa fundando el principio activo de su dialéctica. La astucia es, entonces, la actividad mediatizante que deja a los objetos obrar conforme a su naturaleza. Respecto de las ideas  dice que su naturaleza es la realización del concepto: “la realización de lo universal lleva como inseparable el interés particular de la pasión, pues de lo particular y determinado y de la negación de ello resulta lo universal”.(2)
Hegel atribuye este proceso a la astucia de la razón. Lo que trabaja es la nada mientras que lo positivo se presenta como detención del proceso.
A partir de la lectura que realiza Jean Hyppolite sobre la dialéctica hegeliana, situamos “la astucia de Hegel” como aquello que le permite ir más allá del atolladero en el que queda la filosofía después de Descartes y de Kant. Transforma el logos del fenómeno en el fenómeno del logos. Se inaugura una lógica.
¿De qué modo lo retoma Lacan?, situando “la astucia de Freud”. Para Lacan la astucia de la razón hegeliana implica un sujeto que desde el origen hasta el final sabe lo que quiere. Respecto de Hegel -en lo referente a la verdad- la operación de Freud produce un salto.
En “Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis”, Lacan dice que la astucia queda del lado del analista puesto que Freud -“no sin astucia”- diferencia el espejismo del monólogo, del trabajo forzado con el nombre de asociación libre. Lacan lo retoma en “Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconciente freudiano” cuando dice: “Freud vuelve a abrir la movilidad de donde salen las revoluciones, la juntura entre saber y verdad”.(3)
Es aquí, respecto del uso que Lacan hace de este significante, que situaremos nuestra puntuación: de la necesidad fálica de la invención freudiana al encuentro con lo real del agujero en el Otro del significante. De la falta al agujero.
El efecto de la negativización del falo le permite a Lacan fundar el campo de la significación fálica que no deriva de la diferencia sexual anatómica sino del ser humano inscrito en el lenguaje.
Aún en los años 80, tal como dice Lacan en “D’Écolage”, se le imputaba decir que las mujeres son hombres.
En el marco de la dialéctica sostenida por la falta en ser, la astucia es el modo de poner en funcionamiento la condición absoluta del deseo, que posibilita el desasimiento del Otro. El deseo ligado a la condición absoluta queda del lado del analista, y las modalidades que se articulan con el goce mortificado, como deseo insatisfecho y deseo impotente, del de la histeria y la obsesión.
Hasta aquí, lo que no se pierde es la dimensión trágica ligada a la condición absoluta. Se trata del reconocimiento del destino y de la reconciliación con él, la castración en la estructura y su articulador -el falo como función negativa de la falta-.
Ahora bien, la función fálica como operador simbólico, liga sexualidad y castración pero no permite diferenciar un sexo de otro, más que por la vía de las identificaciones al tipo ideal de cada sexo.
Es en el Seminario de La transferencia donde encontramos otra referencia sobre la astucia. Aquí anudamos, en un après-coup, la pregunta del final de la obra freudiana por la roca base de la castración, con lo que Lacan  ubica sobre las posiciones sexuadas a partir de su Seminario Aun.
En el análisis sobre el mito del nacimiento del amor, Lacan encuentra en Penía, la pobreza, un nombre de la astucia.
Veamos qué dice Diótima cuando Sócrates la hace hablar sobre el amor:
“Cuando nace Afrodita los dioses celebraron un banquete y entre ellos estaba también el hijo de Metis (la prudencia), Poro (el recurso).Una vez que terminaron de comer se presentó a mendigar como era natural al celebrarse un festín, Penía (la pobreza) y quedóse a la puerta. Pero, entre tanto, como estaba embriagado de néctar -aun no existía el vino-, penetró en el huerto de Zeus y en el sopor de la embriaguez se puso a dormir. Penía entonces, tramando, movida por su escasez de recursos, hacerse un hijo de Poro, del Recurso, se acostó a su lado y concibió al Amor […]. Pero, como hijo que es de Poro y de Penía, el amor quedó en la situación siguiente: en primer lugar es siempre pobre y está muy lejos de ser delicado y bello, como lo supone el vulgo; por el contrario, es rudo y escuálido, anda descalzo y carece de hogar, duerme siempre en el suelo y sin lecho, acostándose al sereno en las puertas y en los caminos, pues por tener la condición de su madre, es siempre compañero inseparable de la  pobreza.”(4)

De Penía, Lacan dice que “es lo que ella sabe de ella misma, que en lo que hace a los recursos, ella no los tiene”(5). Penía, la astuta, se sirve de su saber primero sobre la falta. Saber, que ya había anticipado Freud cuando conjuga Edipo y castración en la niña en “Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia anatómica de los sexos”.
A Penía, además de astucia, también Lacan la nombra aporía, y dice: “la pobre aporía no tiene nada para ofrecer más que su falta”.(6) Sabemos que la aporía es una dificultad lógica insuperable, una paradoja, que no tiene solución o bien posee soluciones diversas, contradictorias e igualmente válidas.
Por lo tanto, Penía, la astuta, nos muestra una paradoja,  ya que sabe de la falta y además sabe hacer con eso. Es decir, hace de la falta un recurso.
Nos servimos de la definición de astucia subrayando su dimensión de artificio.
La astucia como artificio, para acceder al encuentro con esa “satisfacción verdadera-fálica” que nombra en “D’Écolage”  y que se diferencia del goce fálico.
“El goce fálico no las acerca a los hombres, más bien las aleja, ya que este goce es obstáculo a lo que las empareja con el sexuado de la otra especie.
Prevengo esta vez el malentendido, subrayando que esto no significa que no puedan tener, con uno solo, elegido por ellas, la satisfacción verdadera-fálica.
Satisfacción que se sitúa con su vientre. Pero como una respuesta a la palabra del hombre.”(7)

Esta “satisfacción verdadera-fálica” nos orienta hacia una salida respecto del atolladero en que nos deja el impasse freudiano: una satisfacción que, anudada al falo, pueda soltarse del amor al padre; una satisfacción más allá del Edipo.
Marie-Hélène Brousse, comentado un pasaje de Emilio de Jean-Jacques Rousseau,  muestra cómo una niña, mediante una estrategia de sustracción, consigue eludir la prohibición de pedir y logra que el Otro repare en su deseo de comer de un plato que no le habían servido. Sostiene que la niña, en su astucia, sustrae al Otro su deseo mediante una jugarreta que implica la puesta en juego de la falta en la dialéctica del deseo y de la demanda, con el Otro como partenaire; instituyendo así un plus de gozar que presenta una satisfacción diferente.(8)
Es a partir de esta modalidad de sustracción que situamos una diferencia con la tan conocida sustracción en la clínica de la histeria.
Allí donde la astuta sustrae al Otro su deseo, el deseo sigue siendo un enigma, forzando al Otro a hablar. La histérica, por el contrario, se sustrae al deseo del Otro consagrándose toda ella en un enigma. No se libera del goce fálico.
Son, por lo tanto, dos tratamientos distintos de la castración.
La astuta se sirve de la puesta en evidencia de la falta como artificio, haciéndola funcionar como operador de la seducción. Esto le permite hacer lazo, es decir, emparejarse con el Otro en tanto lo incluye.
La histérica, en cambio, pone a jugar la falta en la demanda como reivindicación o reclamo. El goce fálico funciona como obstáculo, tal como lo señala Lacan: “El discurso analítico demuestra –permítaseme decirlo en esta forma– que el falo es la objeción de conciencia que hace uno de los dos seres sexuados al servicio que tiene que rendir al otro”.(9)
Diferenciamos el falo en su principio de sacrificio del falo como función. Esta distinción nos permite ir más allá de la frustración imaginaria y de la privación real para encontrar la clave de ese Otro goce suplementario, goce no mortificado. Dice Lacan de la relación sexual: “sólo opera entonces el equivoco significante, o sea, la astucia con la cual la ausencia, el ausentido de la relación se tapona hasta el punto de suspensión de la función” (fálica).(10)

La astucia de Lacan es su política: de la función negativa de la falta a la función positiva del goce sostenida en el ausentido como lo real del agujero en el Otro del significante.
Agujero que se tapona por la vía del amor al padre y en el que se obtiene el antídoto para lo que provoca el encuentro con la contingencia amorosa.
Lacan, entonces, al proponernos pensar la sexuación más allá de la lógica edípica, abre –no sin astucia– un campo de interrogación sobre la sexualidad femenina que se funda en la singularidad del goce y no en el amor al padre.
La astuta sabe hacerse reconocer como única, articulando de ese modo lo indecible de su goce con los decires del amor.
La demanda de ser reconocida como única en su singularidad, como única en su excepcionalidad, se diferencia de la demanda histérica de exceptuarse al todo. Por lo tanto, este reconocimiento de ser única, es una operación que en un doble movimiento agujerea al todo y le hace de tope a lo infinito del goce femenino.
“[…] Decir que una mujer no es toda, es lo que el mito nos indica por ser ella la única cuyo goce sobrepasa al que surge del coito.
Por eso mismo, quiere ser reconocida como la única por la otra parte: harto ahí lo saben.
Pero es también donde se capta lo que hay allí que aprender, a saber, que así se la satisficiera en la exigencia del amor, el goce que se tiene de una mujer la divide convirtiendo su soledad en su pareja, mientras que la unión queda en el umbral.
Pues cómo puede servirle mejor el hombre a la mujer de la que quiere gozar, si no es devolviéndole ese goce suyo que no la hace toda suya: por en ella re-sucitarlo”.(11)

Es claro cómo las mujeres hicieron hablar a Lacan. En El seminario 20 les reclama a ellas, a las analistas, que digan algo sobre su goce:
“[…] Llevamos años suplicándoles, suplicándoles de rodillas […] que traten de decírnoslo, ¿y que?, pues mutis, ¡ni una palabra! Entonces, a ese goce, lo llamamos como podemos, vaginal, y se habla del polo posterior del útero y otras pendejadas por el estilo.”(12)

Es la misma posición freudiana al reconocer, después de tantos años de labor analítica, no haber conseguido elaborar una respuesta  para el enigma de la feminidad.
Aunque Freud nos orientó desde allí: “Si ustedes quieren saber más acerca de la feminidad, inquieran a sus propias experiencias de vida, o diríjanse a los poetas […].”(13)

Para Lacan, hay hombres astutos que “atiborran con la poesía, que es efecto de sentido, pero también efecto de agujero”.(14) La “astucia de Lacan” es la de ubicarse en el lugar del poeta.

Algún día encontraré una palabra
que penetre en tu vientre y lo fecunde,
que se pare en tu seno
como una mano abierta y cerrada al mismo tiempo.

Hallaré una palabra
que detenga tu cuerpo y lo dé vuelta,
que contenga tu cuerpo
y abra tus ojos como un dios sin nubes
y te use tu saliva
y te doble las piernas.
Tú tal vez no la escuches
o tal vez no la comprendas.
No será necesario.
Irá por tu interior como una rueda
recorriéndote al fin de punta a punta,
mujer mía y no mía,
y no se detendrá ni cuando mueras.
Roberto Juarroz

Bibliografía
Brousse, Marie-Hélène, “La astucia de las niñas”, en: Psicoanálisis con niños, Grama ediciones, Buenos Aires, 2006.
Freud, Sigmund, “Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia anatómica entre los sexos” (1925), en: Obras completas, tomo XIX, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1990.
--, “33ª conferencia. La feminidad” (1933 [1932]), en: Obras completas, tomo XXII, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1989.
Hegel, G.W.F., Ciencia de la lógica. Teoría del concepto.
Hyppolite, Jean, Introducción a la filosofía de la historia de Hegel, Editorial Calden, Montevideo, 1970.
Juarroz, Roberto, Poesía vertical (1958-1982), Emecé, Buenos Aires, 1993.
Lacan, Jacques, “Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis”, en: Escritos 1, Siglo veintiuno editores, Buenos Aires, 1988.
--, “La significación del falo”, en: Escritos 2, Siglo veintiuno editores, Buenos Aires, 1987.
--, “Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconsciente freudiano”, en: Escritos 2, Siglo veintiuno editores, Buenos Aires, 1987.
--, El Seminario, libro 8. La transferencia (1960-1961), Paidós, Buenos Aires, 2003.
--, El Seminario, libro 10. La angustia (1962-1963), Paidós, Buenos Aires, 2006.
--, “El Seminario, libro 12. Problemas cruciales para el psicoanálisis” (1966-1967), inédito.
--, El Seminario, libro 20. Aun (1972-1973), Paidós, Buenos Aires, 1991.
--, “El Seminario 24. L’insu que sait de l’une-bevue s’aile à mourre”, inédito.
--, “Introducción a la edición alemana de un primer volumen de los Escritos”, en: Uno por Uno Nº 42, Paidós, Buenos Aires, primavera 1995.
--, “L’Etourdit”, en: Escansión 1, Paidós, Buenos Aires, 1984.
--, “D’Écolage”, en: Textos institucionales de Jacques Lacan (11 de marzo de 1980), Manantial, Buenos Aires, 1989.
Platón, El banquete, Editorial Sarpe, Madrid, 1985.

(1) Lacan, J., El Seminario, libro 20. Aun, Paidós, Buenos Aires, 1991, p.145.
(2) Hegel, G.W.F., Ciencia de la lógica. Teoría del concepto.
(3) Lacan, J., “Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconsciente freudiano”, en: Escritos 2, Siglo veintiuno editores, Buenos Aires, 1987, p.782.
(4) Platón, El banquete, Editorial Sarpe, Madrid, 1985. p.83.
(5) Lacan, J., El Seminario, libro 8. La transferencia, Paidós, Buenos Aires, 2003.
(6)Ibidem.
(7) Lacan, J, “Decolaje”, en Escansión. Textos Institucionales, Manantial ediciones, Buenos Aires, 1989, p.24.
(8) Brousse, M.-H., “La astucia de las niñas”, en: Psicoanálisis con niños, Grama ediciones, Buenos Aires, 2006, pp.70-1.
(9) Lacan, J., El Seminario, libro 20: Aun, op.cit., p.15.
(10) Lacan, J., “L’Etourdit”, en: Escansión 1, Paidós, Buenos Aires, 1984, p.29.
(11)Ibidem, p.37.
(12) Lacan, J., El Seminario, libro 20. Aun, op.cit., p.91.
(13) Freud, S., 33ª conferencia. La femineidad. Obras completas, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1989, p. 125.
(14) Lacan, J.,  “El Seminario 24. L’insu que sait de l’une-bevue s’aile à mourre”, inédito.

Silvia Pino y Paula Contreras