La
Defensa del Legado Freudiano
En
el Congreso de Budapest (1918) Freud afirmó
estar orientado a examinar en qué nuevas
direcciones podría continuar el desarrollo
del psicoanálisis. Se imaginaba que en
oposición a lo limitado de la práctica
privada de ese momento, en el futuro podría
surgir una aplicación institucional por
medio de la cual accederían al tratamiento
analítico grandes masas de enfermos en
forma gratuita. A partir de la fundación
y el desarrollo exitoso del Ambulatorio de Viena,
los intereses de las corporaciones médicas
querían reservarse para sí la
aplicación del psicoanálisis;
Freud fue un defensor acérrimo del análisis
lego y encaró una lucha sostenida para
no permitir que el psicoanálisis fuera
tragado por la medicina, señalando que
su uso para el abordaje de la neurosis era sólo
uno de los posibles y tal vez en el futuro se
demostrara que no el más importante.
Recordemos cuando en defensa de Theodor Reik,
Miembro no médico de la Asociación
Psicoanalítica de Viena acusado de curanderismo,
redactó y publicó “¿Pueden
los legos ejercer el psicoanálisis?”
Allí separa la práctica psicoanalítica
de toda homologación con la práctica
médica. Sus esfuerzos fracasaron; en
sus propias filas estaban los detractores de
su cometido, impulsados por fuertes intereses
profesionales cortoplacistas.
¿Qué
actualidad guarda esta referencia separada de
nuestro tiempo en más de 80 años?
Siguen candentes los intentos intermitentes
de regulación tal como lo demuestra en
el 2003 la enmienda Accoyer votada por el Parlamento
francés, con el fin de regular y evaluar
la práctica de las psicoterapias entre
las cuales, desde la referencia jurídico
estatal está incluido el psicoanálisis.
Las terapias se encuentran en franca proliferación
de 50 años a esta parte y la arremetida
se justifica bajo la premisa del inquietante
vacío jurídico al respecto, que
amenazaría la seguridad pública.
No se hizo esperar la agitación del conjunto
“psi”que dio origen a la respuesta
de JAMiller en su calidad de Presidente de la
Asociación Mundial de Psicoanálisis,
indicando los graves perjuicios que ocasionaría
avanzar en el sentido que B.Accoyer planteaba.
A la fecha, por la resistencia del medio psi
francés, ese frente está cerrado.
(Recomiendo para mayor detalle la lectura de
la traducción del artículo publicado
en el diario le monde del 30/10/2003 traducido
y publicado en Virtualia revista digital de
la EOL.)
Nuestro país no ha estado exento de marchas
y contramarchas en los espacios políticos
del poder, con la sanción de sucesivas
leyes que -inclusive- han condicionado en forma
directa al ejercicio del psicoanálisis.
La ley 17132 de 1967 dentro de su articulado
determinaba que el psicoanálisis quedaba
reservado para los médicos y los psicólogos
operaban como auxiliares paramédicos
bajo supervisión y control de los psiquiatras.
Esta ley de facto fue redactada por la Secretaría
de Salud Pública con colaboración
de la Confederación Médica de
la República Argentina y estuvo vigente
hasta 1985 cuando el Congreso de la Nación
-instituida nuevamente la democracia- sancionó
la ley 23277 que significó un gran progreso
al regular el ejercicio profesional de la psicología
poniendo coto a la corporación médica
que se reservaba para sí el monopolio
de la práctica legal de la terapia psicoanalítica.
El decreto reglamentario de dicha ley de diciembre
de 1995 establece que todo aquello que es de
aplicación en el ejercicio profesional
de la psicología, deberá estar
previamente reconocido por el ámbito
universitario de origen; las consecuencias de
esta afirmación son variadas, me interesa
mencionar dos:
1- Al otorgarle el
máximo poder a la Universidad se
desprende de ello la importancia de que
el psicoanálisis esté incluido
en los planes de estudio. Esto hoy se cumple
en la Facultad de Psicología de la
UBA pero no está vigente en muchas
universidades nacionales y privadas donde
el psicoanálisis esta relegado al
área de posgrado.
2- La habilitación
para la práctica del psicoanálisis
puede prescindir por completo del trípode
indicado por Freud para la formación
del analista: análisis personal,
control de casos y trabajo de textos. De
este modo se limita el psicoanálisis
salvaje pero se desnaturaliza la esencia
de la formación, ya que la universidad
no aporta dos de los tres pilares fundamentales
para la formación instituidos por
Freud.
La Ley
de Educación Superior Nº 24521 aprobada
en 1995 implementa la regulación de todo
el campo de la educación superior universitaria
y no universitaria y establece todos los requisitos
de funcionamiento y organización que
deben cumplir las instituciones para ser reconocidas
y autorizadas a dar títulos de grado
y posgrado acreditados. Esta situación
agrega exigencias y mayores controles que ponen
a las carreras en la mira del Estado. En ese
camino y a fin de homogeneizar los títulos
se necesitan acuerdos entre las diversas universidades
nacionales y privadas que podrían implicar
una reducción del espacio del psicoanálisis
en las carreras de grado, relegándolo
a los posgrados como ya sucede en algunas universidades
del país y/o América (en EEUU
el psicoanálisis está relegado
a los espacios de literatura y filosofía);
por ahora la UBA es una excepción ¿lo
seguirá siendo?
Se suma
a lo descripto el complejo problema de las especializaciones
y recertificaciones y el lugar que a ese fin
pretenden reservarse para sí las asociaciones
psicoanalíticas oficiales (APA Y APdeBA)
y las alternativas de la ley de salud mental
de la ciudad de Buenos Aires (Ley Nº 448)
que permanece sin reglamentar en gran parte
de sus artículado y da un enfoque multidisciplinario
para la conformación de los equipos de
salud mental. Su reglamentación ha sido
objetada por varias asociaciones médicas
aduciendo superposiciones de competencias de
las distintas direcciones y secretarías
de salud, dejando translucir la vieja discusión
del reparto de las áreas de poder en
salud mental.
A pesar
de no abundar en detalles, la puntuación
descripta intenta mostrar la complejidad de
factores que afectan a través del tiempo
en forma directa o indirecta el ejercicio del
psicoanálisis en argentina y también
en otros países. El psicoanálisis
en la argentina tiene un lugar conquistado dentro
del campo de la salud mental que hay que cuidar.
Epistemológicamente sabemos por qué
no es psicología, psicoterapia o salud
mental, pero cuando estos términos se
inscriben en el espacio político esta
delimitación se complejiza y pueden derivarse
consecuencias negativas para la política
del psicoanálisis.
Los frentes
de la lucha para mantener vigente la causa freudiana
desde la orientación lacaniana son muchos;
he nombrado la escena pública con la
intromisión de los poderes de turno que
ponen en cuestión –según
la ocasión- tanto el método como
la adquisición y validación del
espertís del practicante, desacreditando
e intentando ralear la clínica psicoanalítica
en su aplicación. A la larga lista de
problemas que enfrenta el legado freudiano podemos
ubicar los avances de las neurociencias y el
cognitivismo a los que JAMiller le ha declarado
la guerra.
Es verdad
que es necesario no cejar en refutar y contra
atacar toda vez que alguno de estos avances
se produce, teniendo en cuenta nuestra posición
de inclusión-exclusión con respecto
al Estado ya que el psicoanalista encuentra
su legalidad en los títulos de médico
y psicólogo que lo habilitan al ejercicio
de la psicoterapia. Política del psicoanálisis
como respuesta a la política del estado.
Pero me
interesa resaltar en conexión con estos
aspectos, la necesidad de la difusión
del uso del psicoanálisis como herramienta
para el tratamiento del malestar que aqueja
estructuralmente al sujeto en tanto ser hablante.
Para ello quiero referir una cita de JAMiller
en la revista Le Débat:“El problema
para el psicoanálisis no es con el poder,
es con la sociedad; me planteo cómo hacer
para que el psicoanálisis sea reconocido,
no por el estado sino por la gente”. Desde
1984, fecha de esa publicación al presente
se han producido muchos ajustes en la perspectiva
de esta preocupación, entendiendo que
efectivamente, la cuestión va mucho más
allá de los intentos intermitentes de
intervencionismo del estado y de la posición
de otras corrientes de abordaje terapéutico
que por supuesto no hay que desatender. Ha sido
necesario seguir restableciendo la autenticidad
de nuestro producto, generando los medios de
resistencia y recreación del discurso
analítico en su aplicación, en
pos de estar a la altura de los tiempos que
corren; a la altura del modo en que la época
vive la pulsión.
Se impone
de continuo interpretar el mensaje que nos vuelve
del Otro social en tanto las terapias alternativas
proliferan y hay que lograr que proliferen del
mismo modo las consultas en los consultorios
de los analistas. Su disminución contrastada
con el avance de otro tipo de abordajes que
proponen las psicoterapias alternativas y las
neurociencias, nos obliga a interpretar este
mensaje como el retorno del propio. Corresponde
entonces, escuchar las nuevas demandas que la
sociedad genera y ubicar la clase de respuesta
que conviene según la coyuntura de que
se trate, para reafirmar la autoridad psicoanalítica
en la sociedad y –al mismo tiempo- estar
mejor posicionados para responder al aparato
del Estado y demás embates que son emprendidos
contra el psicoanálisis.
En Argentina
la inserción del psicoanálisis
en los dispositivos estatales de salud, las
obras sociales, las prepagas, la universidad
es de vieja data; en la década de los
noventa grupos de profesionales independientes
generaron una propuesta –en continuo crecimiento
desde entonces- que ofrece formación
de posgrado a los profesionales psicólogos
y médicos, articulando la teoría
freudiana-lacaniana con una modalidad clínica
que oferta tratamiento psicoanalítico
institucional a la comunidad. Su premisa no
hizo más que retomar la aspiración
freudiana de 1918 “psicoanálisis
para todos los que sufren y quieran hacer uso
de él, no funcionando como obstáculo
su condición socioeconómica”.
En un comienzo este modo de aplicar el psicoanálisis
causaba cierto escándalo en ciertos sectores
del ámbito psi, considerándolo
un desvío. La creación de 5 años
a esta parte de los Centros Psicoanalíticos
de Consulta y Tratamiento (CPCT) en distintos
países de Europa y América como
parte de la política de difusión
del psicoanálisis aplicado de la Asociación
Mundial de Psicoanálisis retoma la perspectiva
de la oferta implementada ya con anterioridad
en la argentina.
El malestar
en la cultura se presenta de forma diversa según
van variando las dinámicas sociales;
los síntomas cambian su modo de presentarse,
su envoltura formal, ¿Cómo no
habrían de cambiar entonces los modos
de abordaje? ¿Qué es lo que no
cambia, lo que permanece invariable? Como respuesta
podemos ubicar dos vertientes; en lo que respecta
al síntoma lo que no cambia, lo que se
mantiene invariable es su cometido en tanto
transacción entre la satisfacción
de la pulsión y el arreglo a la norma.
Con respecto al analista la respuesta es contundente:
lo que no cambia son sus deberes, su ética.
Nuevamente cito a JAMiller
en el texto Psicoanálisis y Psicoterapia;
allí plantea que hay tres deberes del
analista:
1) ser analista
2) advertir al público lo que es un analista,
lo que no sabe y lo que puede prometer. Se trata
de restablecer la autenticidad de nuestro producto
3) proporcionar efectos analíticos que
el sujeto pueda soportar
Sería ocasión de otro trabajo
profundizar cada uno de estos deberes.
Bibliografía:
La Carta de la Escuela en Movimiento –AÑO
XIII, Mayo 2004- Psicoanálisis y Política.
Situación legal del psicoanálisis
en la Argentina, perspectiva futura. Adriana
Rubinstein, Guillermo Greco.
Adriana
Casaretto
Trabajo presentado en la Jornada: Vigencia de
los conceptos freudianos en la clínica
contemporánea – 31/05/08
Facultad de Psicología U.B.A. Cátedra
I “Psicoanálisis: Freud”
Práctica profesional: Hospital de Día
y Problemáticas Clínicas Contemporáneas
Programa de Actualización: El Lugar del
Analista y los Efectos del Discurso Contemporáneo.