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EL SÍNTOMA, HERIDA DE VIDA

“Vine al mundo con una hermosa herida. Es lo único que he recibido”.
Un médico rural. F. Kafka

Si el verdadero partenaire del ser hablante es su síntoma y va a acompañarlo a lo largo de su vida, cabe preguntarse: ¿qué se espera entonces de una "cura" analítica? ¿lo que se encuentra en ese camino es lo mismo que ya estaba al inicio?
Sospechamos que no es igual el síntoma como irrupción de goce fálico, con su lastre de miedo, ira, impedimento, celos y tantos otros tormentos conocidos, que el síntoma al que se identifica quien atraviesa un análisis, reducido a letra-cifra que escribe un modo de goce singular con el que se podrá inventar un saber-hacer menos padeciente.
No se trata de un progreso, ni una ortopedia, pero sí podemos decir que se opera una reducción, principalmente de los sentidos que se fueron sobre agregando a ese cuerpo que se constituyó a partir del encuentro con "lalengua".

Podemos apoyarnos en el nudo para pensar estas cuestiones. A medida que Lacan las iba reformulando, iba reestructurando su nudo. En la conferencia de Roma en 1974, conocida como “La tercera”, el síntoma se localiza entre lo Real y lo Simbólico, como aquello cuyo sentido viene de lo Real, entendiendo por sentido la orientación o dirección. Es la cuerda de lo Real que se abre hacia lo Simbólico y delimita el área del síntoma. Lo Real como aquello que no anda, como el palo en la rueda, lo que entorpece el andar, lo que hace que las cosas no marchen al ritmo que desearía el amo.
Si nuestra política es la del síntoma, no se tratará entonces de curarlo, de barrer con lo Real y con el síntoma, lo cual, de conseguirlo, convertiría al psicoanálisis en un síntoma olvidado, según profetiza Lacan en dicha conferencia.
Una política del “síntoma” será un arte de hacer algo con eso que “se repite necesariamente'', de un modo salvaje como dice en “RSI”. A la vez, sabemos que la interpretación aporta nuevos significantes que permiten relanzar el sentido, lo cual puede volverse interminable. ¿Cómo podrá el análisis entonces propiciar algún cese? No será sin la “contingencia” de una intervención analítica que no busca descifrar el sentido de los síntomas ni comunicar o explicar. Una interpretación que recae en los significantes que rigen a ese sujeto, que rompe la cadena por la vía del juego de palabras, apuntando al sonido más que al sentido de las mismas, permite reconducir al S1, letra que quedó escrita en el cuerpo en aquellos acontecimientos inaugurales. El juego de palabras, la agudeza, provocan un efecto de sorpresa que alcanza tanto al analizante como al analista. Algo acontece ahí, sin que haya sido calculado. Esa vuelta a la letra toca un cuerpo, alcanza un Real.

¿Por qué el juego de palabras, la interpretación “ready made”, la homofonía, la poesía, permiten tocar lo que no puede alcanzarse por la vía del sentido? Quizá porque fue aquel el mismo modo en que operó "lalengua" al marcar el cuerpo, lo cual no resultó del entendimiento, sino justamente de algo que se oyó sin comprender, sin saber. Por lo tanto, ninguna explicación podrá deshacer ese incurable, esa herida que se forjó ajena al sentido. En todo caso, este último permitirá envolverla, vestirla, alimentarla, hasta engordar el síntoma, como la metáfora de la boca del pececito que emplea Lacan en “La tercera”.
Podemos situar a esta conferencia como bisagra en la elaboración del síntoma, preparando el terreno para lo que unos meses más tarde, en “RSI'' (donde el síntoma conserva en principio la ubicación entre R y S) será la cuerda de lo Simbólico que abre hacia lo Real. Y en la última clase de ese seminario, será una nominación de lo Simbólico (junto con la angustia, nominación Real y la inhibición, nominación Imaginaria) el cuarto término que permitirá anudar de modo borromeo a R, S e I. Ya en el Seminario siguiente dedicado a Joyce, el “sinthome” será un síntoma que anude borromeamente (para la neurosis que presenta los tres registros sueltos) o de un modo no borromeo reparando allí donde la estructura presenta un lapsus en el nudo (como sucede en Joyce donde S y R se interpenetran dejando suelto lo Imaginario, con los efectos conocidos de caída del cuerpo).
O sea que, lejos de ser un estorbo a eliminar, el síntoma es lo que anuda, lo que mantiene junto, lo que estabiliza el nudo.

No podemos olvidar que ha sido un concepto nuclear para el psicoanálisis desde su nacimiento, cuando Freud, a diferencia de la ciencia imperante, le dio un lugar de privilegio y supo escucharlo. Se enfrentaba al síntoma histérico, muy ligado al sentido y al que había que hacerlo hablar.
Pero, ¿es ese el modo en que se presenta en nuestros días?¿O más bien nos llega como una escritura en el cuerpo, silenciosa y fuera de sentido?
Es el “goce” del síntoma lo que Freud llamó satisfacción pulsional y que localizó en la compulsión a la repetición como ese más allá del principio de placer.

   “No soportaba verse desnuda, así como tampoco podía mirar su rostro. Le parecía que había entre los dos -desnudez, rostro- un pacto indisoluble, un parentesco secreto. Yo le había preguntado si recordaba alguna escena particular de su infancia o su adolescencia en la que su imagen estuviera presente. Había buscado por mucho tiempo…Pero en la víspera se había acordado de una escena en apariencia banal, en la que aparecía la imagen de ella desnuda” (2). Y la analizante relata un episodio de niña donde después de bañarse desnuda en el río busca infructuosamente su ropa en la orilla, al no ver a nadie, sale corriendo sin jamás enterarse qué había pasado con su ropa. A partir del recuerdo se pregunta: “¿Acaso esto habrá bastado para encerrarme a cal y canto en esa imposible mirada sobre mí misma?...”
¿Puede un incidente haber determinado su vida?
   “Quizá este recuerdo -verdadero o recompuesto- sustraiga él mismo a la conciencia un robo más antiguo, un desgarramiento más arcaico que se encuentra fuera de la posibilidad de toda representación…” (2).

La construcción del síntoma en transferencia muestra que esa repetición que se presenta cada vez con diferente escenografía, sin embargo obedece al mismo guión. ¿Cómo se redactó? ¿En qué momento comenzó a escribirse?
No hay palabra justa, significante adecuado, es lo que se nombra como “troumatismo” de lalengua (invento lacaniano que señala el “trou”, agujero), aunque un significante, del Otro, acude a ese lugar y con él la certidumbre de nuestro destino. Pero es en esa falta tan radical, que deja al descubierto un análisis, que se abre un margen de libertad...
Una vez agotado el sentido, en lo que resta del síntoma se aloja ese núcleo compulsivo del mismo, ese imborrable e incurable con lo que habrá que aprender a arreglárselas. Allí se esconde “algo mío” como refiere M. Leiris cuando recuerda su “lizmente” jaculado siendo un niño (3), algo singular que será la llave para una invención vivificante, que rescate de lo mortífero a lo que nos condena el habernos convertido en sujetos hablantes de un lenguaje compartido.-

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Bibliografía Consultada:
J. Lacan, La tercera (1)
J. Lacan, RSI
J. Lacan, El sinthome
A. Dufourmantelle, Elogio del riesgo (2)
J. Miller, La fuga del sentido. Cap 6 (3)

María de los Ángeles Placido