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Los Malentendidos del Amor

Qué tiene el psicoanálisis que decir del amor? Más precisamente ¿qué tiene que decir sobre el estatuto moderno o actual del amor? O bien ¿qué dice sobre el desorden amoroso? ¿ qué es lo característico de nuestra época?

Empecemos brevemente con Freud, el que nos inicia con su andar decidido, en las profundidades del inconsciente. Es él que sin titubear arroja una primera diferencia entre la posición masculina y la femenina.  Esta diferencia entre uno y el otro es lo que se sostiene para Freud en la anatomía. Más concretamente en el órgano masculino que sí tiene uno mientras que la otra, ella,  no tiene. Sin embargo, esto, que no tiene, tiene que permanecer oculto. A partir de esta evidencia gira su teoría de castración. Evidencia que tiene para Freud una serie de vicisitudes que culminan en el complejo de Edipo. Para el varón a partir de lo que tiene, puede perderlo instalándose así la amenaza y consecuente angustia de castración. A modo de ejemplo recordemos al pequeño Hans un niñito de cinco años que padece de fobia y que es psicoanalíticamente tratado, digamos, por medio de su padre, en sus asiduas visitas a Freud.  No es necesario que se le diga “si seguís insistiendo en tocarte, te la cortaremos”. Su vida está plagada de distintas defensas que debe ejecutar frente a esta amenaza no necesariamente explicitada, por lo menos no por su padre. Sin embargo esta amenaza torna su vida en un pequeño infierno: Él debe inventar el objeto fobígeno que lo obliga a cada vez mayores desvíos para evitarlo.

Y en la niña qué? qué es lo que ella vive con respecto a lo que no tiene? Si ella no está amenazada cuál es el efecto que esta diferencia le impone? En lugar de la amenaza ella tiene una certeza llamativa, lo que no tiene va a ir a  buscarlo.  Estas diferencias aparecen con claras evidencias en la entrada a la adolescencia, mientras que ellos están atontados en juegos onanistas, ellas están mas activas y despiertas. Ellos,  perdidos en la  amenaza, ellas en la activa búsqueda que  puedan llevarlas al extravío...

Y en el amor? En el amor la asimetría y las diferencias no solamente se sostienen justamente por la amenaza y la angustia de castración sino que se conjugan con todo su vigor: para ellos, por la amenaza y la angustia de castración y, para ellas, en la certeza de saber lo que quieren: tomar lo que les falta en el amor. Pero en el amor se conjuga una amenaza diferente, la amenaza de la perdida del amor. Así planteado por Freud, se instala su pregunta: qué quieren las mujeres? Respuesta, ser amadas. Esta es la respuesta que da en Introducción al Narcisismo,  parece que no lo termina de satisfacer ya que en las Cinco Conferencias  se lo sigue preguntando. 

En los años 20 y sobretodo con la entrada de las mujeres analistas se planteó una nueva pregunta ¿Por qué esa primacía del órgano masculino? Al fin y al cabo si las mujeres tenían lo suyo.  A partir de allí se les abría un mundo diferente de sensaciones, angustias y demandas.

Con la segunda guerra mundial este debate se interrumpe por la irrupción de uno nuevo sostenido principalmente entre Ana Freud y Melanie Klein en la observación de los niños.  A partir de este debate la teoría psicoanalítica y las consecuencias del amor giran alrededor de la  relación madre-hijo. La dirección de la cura tomó un nuevo rumbo, centrado en esta relación y sus encrucijadas.
 Este breve resumen es para introducir el tema que hoy nos convoca, las enseñanzas que Lacan  nos transmite.  Quiero tomar dos períodos que me parecen relevantes en lo que es lo pertinente al amor.Volvamos a la diferencia entre los sexos; no pasa por la condición anatómica de tener o no tener. La castración  sin embargo es existente para ambos pero ya no en relación a la pérdida del órgano o a la espera de procurarse uno.  La castración es  para todo ser hablante  es la castración simbólica. Es el lenguaje como estructura que hace surgir una falta, falta de un significante, no todo puede ser dicho. Esta estructura  que le otorga una estructura y no una anécdota de amor y odio A partir del significante el sujeto pierde su condición natural.  Digamos más simplemente que sus necesidades  se sofistican alrededor de lo que las marcas del significante les imprime. En esta línea, hombres y mujeres pasan a ser significantes, sometidos, amarrados, marcados y sujetados por la cadena significante.
Tomando una cita de Lacan del seminario Las formaciones del Inconsciente (1957-58) nos dice “el falo no es un fantasma, ni un objeto ni siquiera parcial o interno. Es un significante y que sea un significante nos permite concebir y articular las diversas funciones que adquiere [el falo] en los distintos niveles del encuentro sexual”.... es este significante que está siempre presente en la cadena. Es el significante del deseo. Significante del deseo del Otro. Este significante privilegiado que no es por su combinatoria que produce efectos sino por su presencia. En el sujeto y en el deseo”.
 En otras palabras, si la primacía del significante es lo que determina en el sujeto sus necesidades, en el encuentro amoroso no puede estar ajeno.  Es  en la estructura significante donde significantes como Nombre del Padre, Deseo de la Madre, Falo,  producen a este sujeto cuyo ser está en falta. Es una estructura en falta. El amor, no escapa a este destino. Lacan lo define curiosamente como amar es dar al otro (al que ama) lo que no tiene o es esperar del otro que le de lo que le falta. Observen que sigue girando en torno a la falta. La  falta es la castración. La castración simbólica que sumerge a todo ser humano en un sin fin de contratiempos. Creyendo en el amor, esperando que por la vía del amor hallará su completud. No se dice acaso “¿sos mi media naranja? “   El falo remite a esa falta, siempre falta donde se lo espera.

El ser y el tener el falo  es para el neurótico su encrucijada. Si se lo és, no se lo tiene y si se lo tiene no se lo és. Este es el modo lógico que toma Lacan en este momento de su enseñanza para formalizar la castración .Veamos cómo esta lógica atributiva se despliega en el fantasma, en la comedia de la relación amorosa, en el drama que sufre un sujeto, sujeto neurótico y en el curso de un análisis. Es un caso,  creo uno de los pocos que Lacan nos ofrece de su clínica y lo expone en  Dirección de la Cura. Es un paciente de él, un neurótico obsesivo que está en los finales de su análisis. Algunos datos comparte con nosotros: durante el curso del análisis se le hizo reconocer el lugar que él tomó en el juego de la destrucción ejercida por uno de sus padres sobre el deseo del otro. Posiblemente en relación al desprecio de su madre por su padre que no le fue ajeno. ¿Cómo desear al Otro sin destruirlo? Una vez más su fantasma lo condena y acude a distintos artilugios para sostener su deseo como imposible, como modo de sostener al Otro sin destruirlo. Adivina la impotencia en que se encuentra de desear sin destruir al Otro y por ende su deseo mismo en cuanto que es deseo del Otro.
Por otro lado, Lacan, nos revela las maniobras neuróticas de este obsesivo para intentar agotar al Otro, y al analista, a modo de protección del Otro. ¿Quién no tiene en tratamiento a un neurótico obsesivo  que obligue a hacer esfuerzos para evitar el aburrimiento, frente a sus largas explicaciones o justificaciones?  En el decir de Lacan, el paciente coloca al analista en el palco reservado para armar un circo, donde él es el prestidigitador y el analista ,aquel al que intenta dormir, así  poder desplegar sus angustias, sus rencores sus actividades para aplacar el deseo del Otro y sostener así su deseo como imposible. Como esto no le resulta suficiente, agrega una “menopausia” para excusarse de una impotencia que le sobreviene intentando a su vez impotentizar a su analista.
Le propone a su amante que se busque a un hombre, para acostarse con él. Hasta tiene el justificativo de una homosexualidad reprimida. Así, supuestamente están todos controlados, analista, amante. Sin embargo no contaba con la neurosis de ella...que ni corta ni perezosa esa misma noche tiene un sueño que inmediatamente se lo relata. Es el siguiente: ella tiene un falo, siente su forma bajo su ropa, lo cual no le impide tener una vagina, ni mucho menos desear que ese falo se meta allí.
A Lacan no le interesa analizar el sueño de ella, pero sí los efectos que tiene sobre su paciente. Ella con este sueño ha logrado restituirle su potencia viril. Este paciente obsesivo no ha escatimado en sus juegos circenses para mantener y sostener su deseo como imposible, modos que tiene para no enfrentarse con la castración del Otro.
 Si bien intenta por todos los medios sostener al Otro como no deseante, ella no se traga el cebo y mediante el ardid del sueño logra restituir lo que él intenta por todos los medios aquietar. Siguiendo la línea de la lógica atributiva de ser y tener el falo, a este paciente no le sirve tener ese falo puesto que su deseo es serlo. Pero el deseo de su amante es ceder el suyo mostrándole que ella no lo tiene. En otras palabras, tenerlo no impide desearlo.
Si traigo este ejemplo es para clarificar la importancia en la experiencia analítica de  la primacía del significante y a partir de allí el desciframiento del inconsciente.  Este inconsciente está estructurado como un lenguaje y  sus leyes la metáfora y la metonimia, posibilitan su desciframiento
Por otro lado Lacan toma de la filosofía este término “ser” pero lo tensa con lo que hay de operatorio en un análisis, justamente para que algo allí  se transforme. Es decir que el ser es efecto de la cadena significante. No es innato sino que se produce en el análisis. Este paciente sostenía su ser: ser impotente, ser homosexual, ser menopáusico. Para allí maniobrar y sostener su deseo como imposible. Es en relación con el Otro que el ser encuentra su estatuto. Pero el Otro, Lacan lo define como el lugar del significante y para hablar del ser se habla del significante y del Otro. Esta articulación se funde en una estructura, una estructura que opera sobre este ser hablante. En otras palabras este ser del sujeto esta amarrado por el significante que le viene del Otro, de Otro del lenguaje. Es ese lugar Otro donde el analista debe operar para conducir al análisis a un ser en falta.

Un nuevo amor
El psicoanálisis funda un nuevo amor. Este amor, invento de Freud es, para nosotros los analistas algo bien conocido: el amor de transferencia. Sólo en el amor de transferencia, el trabajo del análisis es posible. Esto que funda la relación entre dos, analista, analizante. En esta relación es donde el analizante despliega su historia, sus amores, sus pasiones, sus sufrimientos. Es en la experiencia analítica donde el paciente encuentra distintas respuestas a las que llega a alcanzar en su vida cotidiana. Es en ese despliegue dónde se juegan las pasiones, del lado del analizante  de amor y odio (Dirección de la Cura) y la pasión de la ignorancia del lado del analista. A qué se refiere Lacan con estas pasiones?
Es en la experiencia analítica donde se evidencia lo que Freud denominó con precisión, la compulsión a la repetición. Repetición de amor, de sus objetos de amor. El amor está marcado por una inercia fundamental, es siempre lo mismo, se trata de lo mismo aunque parezca diferente, cambiante.
Es en el dispositivo analítico donde se despliega el amor en su doble vertiente: si habla a otro que supone que sabe de sus proezas y/o infortunios de amor, es porque en  la transferencia  también entra a intervenir ese amor. Hablar de amor hace surgir el amor...En el seminario “La transferencia” Lacan introduce la relación amorosa   como disimétrica . Siguiendo a Platón,  en la relación amorosa diferenciamos el amado del amante, es decir, el que ama y el que es amado. El amado se puede transformar en amante.  Lo importante es que al amado no le falta nada; él tiene, mientras que el que ama algo le falta. Esto en términos lacanianos,  es determinado  por el análisis del significante, la articulación del  amor en relación a tener o no tener. Amar supone que el otro tiene y cuando se es amado se supone que el otro no tiene. Ser amado es querer que el otro experimente su propia falta o hacer surgir la falta en el otro,
Tanto el amor como el odio tienen que ver con las palabras. Palabras que surgen y son dirigidas al otro demandando algo que el sujeto no tiene y supone que el otro sí lo tiene. Estas demandas producen un efecto de ser o de falta de ser que son puestas en escena, en las demandas de amor. La conducción de un análisis es poder llevar al neurótico a que no necesite estar al servicio de taparle la falta al Otro o, como en el caso de la histeria, hacer que esa falta se evidencie.
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 Por efecto contrario y por no encontrar en el Otro lo que busca este amor también puede desencadenar el odio. (no tiene lo que necesito, otorga al otro un poder que, para el obsesivo es intolerable.) Reconoce el poder de la amada pero no la tolera. Las consecuencias del amor son innumerables y responden a la singularidad del sujeto en su análisis. Podemos dar cuenta de situaciones que producen el odio varonil como consecuencia que las mujeres quieren hacer surgir su falta. Mientras que el odio femenino puede responder a aquellos que no quieren o no dejan que su falta surja.  Mujeres que quieren a sus hombres, que quieren ser deseadas, pero que terminan convirtiéndolos en niños al darles los cuidados de una madre, cosa que el hombre siempre busca, pero dejando de actuar como mujeres.
Así Lacan nos dice que las pasiones del ser (amor, odio) están relacionadas siempre con las palabras y las palabras del odio son las injurias. La injuria es lo que en la palabra pone la mira en el ser, o mejor, en lo más real del ser. Apunta al ser, pero no  al ser fálico sino al ser verdaderamente indecible. Mientras que el amor idealizante es ciego, el odio es la única pasión lúcida.

Posición del analista en la experiencia analítica
Si hemos hablado de pasiones de amor y odio en el las que se sumerje el sujeto en análisis tenemos que hablar de la pasión que  caracteriza a la posición que ocupa el analista en la experiencia analítica. Esa pasión es la de la ignorancia. Si las pasiones de odio y amor están en el registro del sentimiento, de lo sentido, la ignorancia está en el plano de la relación con el saber. La ignorancia es lo que el sujeto no sabe  que demanda. En Dirección de la Cura Lacan lo define como “lo indecible de lo que se ignora en el pedido” Es decir que el sujeto no solamente ignora lo que demanda sino que hay algo de lo “indecible” en lo que demanda. Así, la ignorancia está en relación directa con un no querer saber, un no querer saber qué se demanda . Esto lo aclaro más adelante.
A continuación quiero compartir con ustedes brevemente una “Historia de Amor” como lo titula Humberto Eco en su homenaje a Lacan .   La historia que relata, comienza con la aparición de los Escritos de este original psicoanalista. Cuyo contenido de se  extiende en Francia y luego en Italia, lo que el escritor llama un cierto dogmatismo lacaniano, al que él no está dispuesto a someterse. Es su editor, el que lo pone en conocimiento de estos Escritos.  Aclaremos que es el mismo que publica los Escritos de Lacan y Editions du Seuil. A partir de ese momento, Lacan se vuelve para Eco un fantasma y de alguna manera una promesa.
En 1968 Eco publica la “Estructura ausente” que contiene una crítica dirigida a Lacan, no con el fin de polemizar, nos dice, sino de entablar una serena y respetuosa discusión con un pensador de la misma estatura y nivel que Levi-Strauss, Foucault y Derrida, con quienes ya debatía. Esta vez, su editor le hace saber, con su franqueza habitual, que no solo no le publicará esta obra, sino que no le complacerá que se edite en Francia y que ciertamente lamenta que se haya publicado en Italia...
Sorpresivamente  Eco se encuentra como un herético para la égida de los lacanianos. Sus contactos con el mundo de la cultura parisina se reducen. Es en Nueva York o Urbino donde puede mantenerlos.
Justo en el momento en que vuelve de uno de sus viajes se entera que Lacan en persona estaba dando una conferencia en la Universidad de Milan, teniendo como auditorio a la plana mayor del psicoanálisis italiano. Su curiosidad fue más fuerte que su cansancio. Era su oportunidad de conocerlo en persona.  Allí, mientras la discusión se intensifica, levanta su mano, quizás, no tanto para interrogarle, como por la obligación que siente de hacerlo, dado que es considerado el mayor exponente antilacaniano de Milan. No sabe si Lacan había visto o leido su obra, o estaba informado por alguno de sus adeptos, pero fue su sorpresa, no solo encontrarse con alguien cordial y atento sino que además y frente a todo el mundo, Lacan lo invita a cenar. Eco aclara, que debido a su aturdimiento, por el viaje, sin duda, este encuentro se concreta para el día siguiente, dado que Lacan mismo decide ipsofacto postergar un día más su regreso.
Durante la cena no se abordan temas psicoanalíticos ni semiológicos. Sin embargo Eco recuerda sentirse claramente seducido. Los encuentros y las cenas se hacen frecuentes, aprovechando el viaje de uno o del otro. Es, durante una de estas cenas que Eco se halla apasionadamente desarrollando un tema (quizas demasiado apasionado?) cuando Lacan distraídamente le dice “comase su dasein”.(su ser ahí) El efecto de dichas palabras resonaron de modo tal que confiesa que a partir de allí su vida cambió radicalmente.
Es en esa época que él estaba trabado en la imposibilidad de poder escribir. Curiosamente al poco tiempo produce la novela “El péndulo de Foucault”. Agrego que allí narra un encuentro similar al relatado, donde un personaje abandona sus enfrentamientos imaginarios con su analista por el efecto de la interpretación.  Aunque Eco se obstina en subrayar que el analista no es el Dr. Lacan, sin embargo es en el lugar del analista que es escuchado las palabras que logran tambalear su estructura desamarrándolo de su posición gozosa.

Ahora bien, la función del analista cumple un lugar en la estructura y  es solo posible, en ese momento de la enseñanza de Lacan, si se sitúa en relación con la pasión de la ignorancia.  En otras palabras la pasión de la ignorancia hace al analista. Esta pasión de la ignorancia tiene así, en la experiencia analítica una función operativa. Es a partir de esta posición que el analista ignora lo que el paciente pueda querer decir o hacer entender, pero supone que quiere decir otra cosa.  El saber no es un saber constituido  sino un saber supuesto que se constituye a partir de la ignorancia  Lacan funda esta ignorancia en la ignorancia docta, ignorancia de alguien que sabe cosas, pero que voluntariamente las deja de lado para que se produzcan en la transferencia la producción del analizante, solo a los efectos de que algo nuevo se produzca, algo, que él mismo ignora y que surge en su discurso La .docta ignorancia se sitúa entre la juntura entre saber y no saber.  Es una ignorancia que no descuida el saber, es sobretodo el nombre que podríamos pensar del deseo de saber. Pero no puede ignorar, el analista, que no todo es posible saber.
Hablamos de las tres pasiones del ser: amor, odio e ignorancia, como demandas del ser al Otro. Simplemente quiero recordarles que Lacan toma el tema de las pasiones, como la de Cristo, tan en boga en este momento, como pasión que incluye el sufrimiento .
Podriamos anticipar que en el fin de un análisis ya no hay pasión de ignorancia sino que por esta pasión puede transformarse en deseo de saber sobre lo que el odio y el amor obtura en esa incansable repetición. El transcurso de un análisis es ir precisando la condición singular que tiene para el paciente de sus pasiones, amor, odio, como modos de taponar la falta en el Otro para el neurotico obsesivo mientras que la histérica a costa  de su deseo insatisfecho, evidencia la falta  en el Otro. Es decir que a lo largo de un análisis el paciente, irá precisando, sus elecciones de amor en relación a su fantasma  y su síntoma.  Podríamos decir que la condición de amor de un sujeto es lo que en el fin de un análisis se desamarra para inventar una nueva forma de amor

Del amor sublime al amor degradado.

Hagamos un poco de historia, de historia del amor y veamos como se instalan los ideales necesarios para cada época. Y no es la intención de abrir un abanico de posibilidades siguiendo puntualmente las modalidades alrededor del amor. Siguiendo a Denis de Rougement, en “Amor en Occidente” nos sitúa en el Siglo l2 como de gran anarquía social donde estallan las primeras crisis matrimoniales. La Iglesia intenta  combatir esta crisis pautando y reglamentando con prohibiciones y castigos para aquellos que no obedecen sus preceptos. Pero ella misma ha entrado en descrédito y ya no tiene predicamento.
Aclaremos que los matrimonios eran arreglos  que  cumplían la función de agrandar el patrimonio terrenal, tanto en riquezas como en descendientes. Si no  se cumplían dichas expectativas, la esposa era degradada, restituida a su familia original o enviada a un monasterio En otras palabras el matrimonio era simples conveniencias para establecer dotes y tierras, para expandir el poderío del señor feudal
Surge en la segunda mitad del siglo y con asombrosa rapidez se extiende, un llamativo movimiento que llevaba a  la Dama elegida, exaltada, elevada a un lugar sublime. Surge el amor cortes cantado, alabado y difundido por los trovadores. Este amor es una reacción contra la brutal anarquía de las costumbres feudales.
Este amor cortes, fundado ciertamente en un amor distante e inalcanzable y al que se le respondía con la fidelidad que el arreglo matrimonial  estaba  lejos de sostener. Lo que el amor logra el matrimonio desaprovecha. En los cantares, el marido aparece coronado de cuernos mientras que se glorifican las virtudes de los amantes. La fidelidad cortés hace que su realización y satisfacción no sean posibles.
Así los caballeros del siglo 12 se veían obstaculizados en sus pasiones, honrando la castidad y la fidelidad. Acaso eso no hacía de ellos bravos guerreros, dedicando sus proezas al señor y  a la dama de sus desvelos? El matrimonio está expuesto al desprecio mientras que la pasión es glorificada en la medida en que es irracional, sufrida y sufriente.
Es en este tempestuoso siglo que surge el culto a la Dama a la que se le dedica las proezas de los caballeros en sus justas y torneos y que los trovadores hacen suyo en sus versos y poesías, estas Damas de sus desvelos y pensamientos a las que seguramente nunca vieron.
La iglesia no puede estar ajena a estos peligrosos movimientos y se apropia de esta idealización de la Dama, llevando el culto a la Virgen, a un lugar destacado, pasando a llamarse y dedicar sus plegarias a Nuestra Señora. Podríamos pensar que la iglesia amenazada y sin predicamento encuentra con la veneración de la Virgen un modo de ocupar nuevamente un lugar predominante en esta caótica sociedad.
Como hecho curioso nos cuenta Rougement como el juego de ajedrez, original de la India, ingresa al occidente con modificaciones radicales. Donde antes había cuatro piezas que eran reyes, ahora aparece la Dama que gana todas las piezas, salvo al Rey y éste queda reducido a un mínimo poder de acción real aunque sigue siendo el personaje sagrado en el juego.
Amores trágicos, dramáticos, demorados, nunca alcanzados, desventurados y aventurados reflejados en las novelas, la poesía, la opera y la historia que nos describen sus avatares. Amor y muerte, amor y demoras, amor e infidelidades. El amor feliz no tiene historia, solo el amenazado trasciende, el amor apasionado y condenado tienen también lugar en las actuales expresiones de este siglo, telenovelas, cine, teatro y ahora reality shows, confesiones publicas de actos privados.
Y que hay del amor en nuestra época de globalización? Ya el matrimonio no es necesariamente una garantía de amor, ni siquiera de obligaciones, de pactos acordados por dos que entran voluntariamente a la institución, juramentándose amores cada vez más breves,  más lábiles. Si el siglo 20 es heredero de la cultura victoriana, la era de la revolución industrial, de los avances precipitados de la ciencia, el cambio que conlleva a las mujeres ahora en situaciones laborales y de competencia con los hombres,  determinan nuevas relaciones familiares. Qué es el amor en el siglo 21?

Ahora si dejemos de lado las definiciones sociales, culturales e históricas y veamos que más tiene para decirnos el psicoanálisis. Lacan  toma de Freud  al amor como narcisista, es decir que lo sitúa en el eje imaginario a-a’ el eje del estadio del espejo. quiere decir, que el amor es una relación especular entre dos semejantes, él y el espejo, él y otro semejante
 Si hombres y mujeres son definidos por Freud por medio del falo como ya mencionamos, haciendo de su destino la anatomía y determinados por él, decimos que Lacan es freudiano. Pero a partir de las fórmulas de la sexuación, vemos las posiciones hombre y mujer, que no dependen de la anatomía  sino que están determinadas por una relación distinta al falo. En lo que podemos llamar su última enseñanza, coloca a ambos, hombre y mujer  en relación al goce,   goce fálico común a los dos sexos. Pero para  la mujer,  no todo el goce está referido al goce fálico. Hay un goce Otro, Si la castración freudiana, es para los dos sexos, cada uno debe renunciar a igualarse. Es este goce, que no es de órgano, al que accede la posición femenina. Lo que hace a la mujer, como no toda, es su posibilidad de acceso a un goce adicional, que Lacan llama suplementario,  que lo tiene además del goce fálico. Es de naturaleza distinta. Así inaugura un nuevo capítulo en su enseñanza, va de la lógica atributiva de tener o no el falo a la lógica del no-todo.  La posición femenina se ubica en el límite de la función fálica aceptando  ser objeto de goce para el hombre.  Es en su fantasma donde asume la función de ser objeto del fantasma de su partenaire. Ella no está dispuesta a ceder sobre la exigencia amorosa; sí está dispuesta a dar todo de sí, a cambio de exigir “aun” (seminario Encore, donde Lacan enuncia esta torsión) Ella siempre quiere más, nunca es suficiente.  El más viene en relación a las pruebas que pide a su amado;  mientras que el hombre, busca una vez más. Una vez más a nivel de goce del órgano. Este Otro goce no conlleva una diferencia biológica sino la posición en que cada cual en su singularidad se ubica.                           
Si Lacan nos dice La mujer no existe es porque no hay simetría entre los sexos. Ella, privada del órgano y privada de ese significante de la mujer, como nos mostró Freud,  hace que sea imposible proponer un universal de su ser mujer. Mujeres existen, una a una en su singularidad. El Don Juan  nos lo recuerda cuando cuenta una a una sus conquistas hasta “mille e tre”.
El amor ya no es dar ni recibir, sino que viene a suplir la falta de la relación sexual.  Qué es la función de suplencia que el amor cumple? La suplencia aparece en ese vacío en ese lugar donde la relación no puede inscribirse. Y porqué no existe, si de hecho siempre hablamos de relaciones sexuales? Si, hablamos de relaciones sexuales, de encuentros amorosos, que son la sal y la pimienta de la vida. Pero no se trata de eso cuando Lacan enuncia que no hay                                relación sexual. Si no existe es, por efecto de estructura, el amor como suplencia es contingente. La no relación sexual es la imposibilidad de establecer un universal sobre ella. No hay proporción sexual, no es el mismo goce, para uno como para el otro.
Si se producen encuentros exitosos hacen que por el tiempo que duren, estos encuentros que son contingentes o sea, que pueden o no producirse, se conviertan en necesarios, es decir que no se terminen, que duren para siempre. Hacer de lo contingente del encuentro amoroso algo del orden de la necesidad es una estrategia neurótica. De ahí que las rupturas sean tan dolorosas. No hay mayor sufrimiento que el sufrimiento de amor.
Me gustaría ejemplificar esto que vimos del amor, del goce y de la incidencia del significante en un caso clínico. Recurro a  Marie-Helene Brousse en su libro: Cómo opera el psicoanálisis?  Se trata de una analizante que ya ha hecho un largo recorrido analítico. Es psiquiatra y desde hace cinco años analista. Viene de un primer análisis que lo termina en una imposibilidad. Ella es homosexual. Se presenta así. Su análisis anterior la ayudó a terminar sus estudios de medicina, elegir su especialidad, orientarse en el mundo, sostenerse en el momento que su padre muere. Pero no la separó  de la frase siguiente “homosexual o analista”. Esta era una elección imposible. Solo podía pensarse como psiquiatra o como psicoterapeuta. Su segundo análisis ya lleva unos nueve años. Durante los últimos meses se encuentra movilizada por recuerdos totalmente conscientes, de los cuales nunca había hablado anteriormente. Este recuerdo le daba mucha vergüenza. Cuando tenía cinco o seis años, se divertía sexualmente en su cama con la idea de tener pañales entre las piernas. Abandona esta formula fantasmática porque ya no le daba satisfacción sexual sin embargo no lo olvida. Surge un significante “ecarté”. En francés quiere decir apartado, separado, alejado, como se le dice a las piernas cuando se le pone el pañal al niño.
Este significante organiza todo el goce homosexual con sus amantes.  Podemos pensarlo como un significante uno, que tocó un punto de su cuerpo en un momento dado. Se puede suponer que es un encuentro con su madre movilizado en su fantasía consciente infantil, en el momento del descubrimiento de la castración materna que después organiza toda su vida sexual. “Ecarté” es un significante cualquiera, que se encuentra con una experiencia de satisfacción corporal, orgánica que toma un sentido fálico por medio del fantasma.
Este mismo significante abre el camino a la posibilidad de descifrar lo que está en relación a su fantasma como al mismo tiempo a su goce y el efecto que tiene éste sobre su cuerpo.
La separación o ruptura de su relación amorosa le resultaba tan imposible de soportar, que la llevaba a intentos suicidas.
Si en este significante separar, condensaba goce que la enfermaba y enloquecía, con la caída del sentido fálico, ligado ahora con el abrir, se libera de este sufrimiento. Lo que antes estaba relacionado al dolor, sufrimiento y goce en una escena trágica de separación o ruptura, ahora pasó al lado de la comedia.
Si el inconsciente tiene algo de real es en el momento en que un significante marca un punto del cuerpo. No aparece como metáfora de sentido, sino como un encuentro totalmente contingente, imposible de reproducir entre el significante que viene del Otro y el cuerpo del sujeto.

Helen Kaplun - Mayo 8 de 2004