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El Psicoanálisis, los Discursos y la Institución

Voy a desarrollar algunas nociones generales sobre los cuatro discursos para introducir una puntuación más detallada sobre el discurso del amo y el discurso del analista, concluyendo luego con algunas reflexiones acerca de la convivencia del psicoanálisis y la institución. El tema de los discursos no es un tema simple. Si bien Lacan lo aborda de lleno en el Seminario XVII, ya hay antecedentes en el Seminario XI, retomando la temática en la continuidad de su obra.

Empecemos por una definición de a qué llamamos discurso. Tiene que ver con la lengua hablada, funciona como aparato regulador del goce y es sinónimo de lazo social. Cuando le da la categoría de concepto dice “el discurso es un lazo social”. Indica la regulación del goce en la relación del sujeto con el otro. Está en relación con la lengua hablada pero la excede, puede haber un discurso sin palabras; ejemplo de esto puede ser el Superyó que funciona silenciosamente y otro la “Reacción Terapéutica Negativa”. En el punto donde se espera la resolución del padecimiento sintomático, se agudiza.

El discurso permite regular lo que tiene que ver con el más allá del principio del placer. El aparato cuenta con la palabra como medio para tramitar goce y también con el fantasma. A los discursos los organiza en relación a cuatro lugares invariables:

Agente otro  
Verdad Producción  

La secuencia de los términos siempre va a ser la misma:

Agente: Es el lugar de dominancia, también se llama lugar del semblante y esto implica una diferencia entre lo que se es y lo que se representa. Por ejemplo, un juez aplica la ley, pero no es la ley. El agente tiene que ver con la causa, pero no es la causa. La causa está entre el agente y la verdad.

otro: Está escrito con minúscula porque la relación es del sujeto con el semejante, pero a su semejante el sujeto le atribuye los rasgos del gran Otro. Este gran Otro no existe, es una función en relación con el Otro materno, primordial, determinante en el estilo de goce que resulte según las condiciones de la estructuración de dicho sujeto.

Producción: Es lo que precipita como resultado de la relación del sujeto y el otro. También es llamado el lugar de la pérdida, por la tramitación de goce que se produce en el lazo social.

Verdad: La verdad no es lo real; es algo discursivo que alcanza lo real de forma incompleta. Lo real es lo imposible, con lo cual la verdad será lo que del significante alcance a morder lo real. Es así como la verdad sólo puede ser dicha a medias. Los discursos son cuatro:

Histérico Amo Universitario Del analista
$ S1 S1 S2 S2 a a $
a S2 $ a S1 $ S2 S1

Siempre se trata de cuatro matemas que van rotando por todas las posiciones. El pasaje de un discurso a otro se produce por rotación de un cuarto de giro en sentido del giro de las agujas del reloj.

Voy a hacer una breve referencia a los términos que definimos como matemas:

S1: Significante amo, significante unario que comporta el rasgo distintivo peculiar del sujeto, significante del goce. Surge en el campo del Otro y representa al sujeto para otro significante. Funda la cadena, funda la subjetividad. No se puede prescindir de los significantes del Otro, ni del goce que comportan.

Cada significante es en sí mismo uno, el unario es el más importante de todos; está por fuera de la batería pero es la condición de posibilidad de la batería.

S2: Define al saber inconsciente, a la batería significante, al conjunto de los significantes. La modalidad de la estructura significante es binaria; hay S1 y S2, no hay S3 o S4, proceden de uno en más. Son unidades discretas que funcionan como pares de oposiciones, el S1 es lo que no es el S2 y recíprocamente.

$: La famosa definición “un significante es lo que representa a un sujeto para otro significante” da cuenta de que el sujeto está dividido entre significantes y como efecto del deslizamiento entre significantes, queda por debajo de la barra. Sujeto dividido por la barra de la represión primaria instituyente, dividido entre lo que dice y lo que sabe, por su síntoma, por el objeto.

a: Según Lacan, su único invento. Su presencia es causa de goce y su ausencia causa de deseo. También tiene muchas definiciones, es el objeto de la pulsión en su modalidad anal, oral, escópica e invocante. Es producto de la cadena significante.

¿Qué quiere decir arriba o debajo de la barra?

La barra escribe la operación de la represión. Si los discursos dan cuenta de la relación del sujeto con el otro, entonces la barra indica que no se trata de la relación de un yo a otro yo, de una conciencia a otra; cada uno de los sujetos en juego es sujeto del inconsciente.

Arriba de la barra se ubica lo manifiesto, lo que se puede advertir como funcionamiento discursivo del lado del texto; lo que queda por debajo es lo reprimido, lo poco advertido. Todos los discursos guardan en su combinatoria fija de letras un imposible (arriba se ubica lo imposible, abajo la impotencia) cada discurso resguarda, atesora, respalda un imposible.

- Discurso del amo: El imposible de gobernar lo real.
- Discurso de la histérica: El imposible de hacer desear.
- Discurso universitario: El imposible de educar lo real.
- Discurso del analista: El imposible de analizar.

Freud habla de las tres profesiones imposibles, Lacan agrega la de hacer desear. Si se pretende gobernar, hacer desear, educar, o analizar sin resto, se cae en la impotencia. ¿Qué significa asumir lo imposible? Estar advertido profundamente de que lo real es este resto que escapa a toda captura imaginaria.

Discurso del amo: S1 S2  
$ a  

El discurso del amo es también el discurso del inconsciente. El que comanda, el agente es el S1, que representa a un sujeto para otro significante el S2 que se ubica en el lugar del otro.

De qué saber se trata? Del saber del goce del Otro. El sujeto queda dividido por efecto del significante en el lugar de la verdad y como producto de la operación queda un resto el objeto “a”.

En este discurso para el amo no es algo muy advertido que su causa esté entre el agente y la verdad
S1 ;
$

no está muy atento a su división. Suele creer que él opera el lugar y es el amo sin falta, ignorando que el fantasma sostiene su realidad.

Al amo le interesa que las cosas marchen, funcionen. Una cosa es el saber y otra cosa es el comando del saber.

Lacan al abordar este discurso se refiere a la cultura griega de la antigüedad. Allí, en el lugar del otro S2 estaba el esclavo que era parte de la familia y poseía el conocimiento de los oficios. Su pertenencia, su función, se definía por ser el que trabajaba y por lo tanto poseía el saber sobre el goce. Había que transferirle el saber sobre el goce al amo, y el esclavo trabajaba para eso.

El amo que todos solemos creer que es un gozador bárbaro más bien es un esclavo de su posición. Debe velar para que no se le quiebre nada y esto se le complica por no poder subjetivar su límite.

Lo habitual es referirse a la connotación negativa de este discurso, pero hay que considerar que es el que permite la regulación de la ley y por lo tanto habilita lo referente a la organización; en tal sentido, es necesario, al igual que los otros tres para que el lazo social esté regulado. Imagínense la función paterna ejercida democráticamente, pensemos en un niñito que discuta con su padre las cuestiones del incesto.

Niño: Yo me quiero acostar con mi mamá!
Papá: Pero no.... hijo! Eso no se puede!
Niño: Pero yo quiero!!!
Papá: Pero no!
Niño: Pero sí!!!!

¿Cuál es el resultado más probable? Una fobia grave.

Hay ciertas características de los sujetos que hacen que puedan o no ocupar ese lugar, pero este discurso funciona en todas las estructuras pasibles de discurso: Obsesión, Histeria y Perversión. La diferencia en los resultados de la funcionalidad de este discurso estarán en relación a si se miden o no las consecuencias de lo que se realiza.
El amo que conviene sabe que no se puede gobernar sin resto, sabe que es imposible comandar el saber si no se tiene en cuenta el límite estructural que impone lo real.

Pasemos ahora a referirnos al Discurso del Analista:

Discurso del Analista: a $  
S2 S1  

Es el revés del discurso del amo, lo que allí se oculta, aquí se muestra, los términos que estaban abajo pasan arriba en forma invertida y viceversa.

Es el discurso que impulsa el acto analítico. En el momento en que el analista lleva a cabo su acto, esa combinatoria de letras está dirigiendo el juego. Luego de ese acto habrá una nueva rotación y aparecerá el discurso del amo que es el del inconsciente, o el de la histérica que es el de hacer desear y también el del analizante o el universitario que es el del saber.

En el lugar del agente se encuentra el analista semblanteando el objeto “a” como causa de deseo.

Un análisis avanza a través de sucesivas rotaciones por los distintos discursos en los cuales el analista quedará posicionado por el devenir transferencial como sujeto, como S1, como S2, como objeto “a” semblanteando la masa de goce que comanda el sujeto, hasta arribar en el discurso del analista; éste es el último en aparecer y allí el analista pasará a semblantear al objeto “a” causa de deseo.

El análisis no cambia sólo la posición del sujeto en la estructura, lo cual es fundamental, sino que también cambia la posición del objeto. El objeto “a” pasa de ser un deyecto gozado por el Otro, a ser causa vacía de la división del sujeto deseante.

En el lugar del otro (Otro) aparece ahora el sujeto dividido que hace al Otro no todo. El sujeto dividido que emerge como sujeto deseante, estará disponible para la creación y para el cambio de discurso.

Esta variación discursiva es lo óptimo, lo complicado es la persistencia en un discurso, la rigidez discursiva. La posibilidad de rotación indicará la flexibilidad subjetiva. Se tratará de un sujeto que podrá variar sus pasos (gobernar, analizar, educar, hacer desear).

En el lugar de la producción que Lacan también llama el de la pérdida por la tramitación de goce que el funcionamiento del discurso produce, aparece el significante unario.

Aquí no está comandando como en el discurso del amo, sino que es algo que se ha logrado producir, extraer, con la chance de poder acceder a otro estilo de significante amo, un significante menos tonto, más descristalizado. Este movimiento implica pérdida de goce.

Al lugar de la verdad va el significante binario del saber inconsciente; soporta sobre sí al objeto “a” que este discurso hace reinar (recordemos que la causa del discurso está entre el agente y la verdad). Esto tiene como consecuencia relación más eficaz con la masa del saber por parte del sujeto. Podríamos decir mayor permeabilidad con lo inconsciente.

¿Cómo se llega a ocupar el lugar del agente en el discurso del analista? Por el propio análisis, habiendo dado muchas vueltas por los cuatro discursos, habiendo pasado por el quiebre del goce sintomático, por la pérdida de las posiciones yoicas, por la caída de las identificaciones, por los duelos, por las interpretaciones, etc., etc.

A los fines de este trabajo no desarrollaré ni el Discurso Histérico ni el Discurso Universitario para poder pasar a desarrollar algunas reflexiones acerca de la convivencia del psicoanálisis y la institución.

El primer interesado en que el psicoanálisis esté en la institución fue Freud; encontramos una referencia a ello en el texto “Los Caminos de la Terapia Analítica” en la famosa referencia a la aleación del oro puro con el cobre de la sugestión cuando se imagina la futura aplicación popular de la terapia psicoanalítica. Pensaba en al institución como lugar para que accedan al análisis estratos sociales que de otro modo no podrían hacerlo.

El psicoanálisis es “subversivo” y como tal suele resultar irritante para el poder de turno; por ello, a veces se refiere como necesaria cierta distracción del amo de turno para que el psicoanálisis sea posible en las instituciones públicas.

Por otra parte el psicoanálisis nace en relación a la falla del discurso médico; allí donde no se podía con el malestar que aquejaba a las histéricas, aparece otra forma de pensar la enfermedad. Freud pudo escuchar lo real del goce, descubrió que había un deseo inconsciente sosteniendo los síntomas. Escuchó lo que la medicina no escuchaba. Desde este enfoque podríamos plantear otra hipótesis. En las instituciones públicas estarían los analistas para hacerse cargo de lo que no termina de funcionar en relación con el límite del amo. El amo haciendo trabajar el saber para que las cosas marchen.

Cuando se trata de una institución privada donde los intereses del poder de turno quedan más despejados ¿Cuáles son los límites estructurales que ya Freud percibía?
En un tratamiento, en la necesaria intimidad del entre dos –paciente y analista- y lo que allí se genera como transferencia que actualiza la relación del sujeto con el gran Otro, la institución por estructura funciona como un tercero ineludible, produciendo distintos efectos.

La posición institucional puede ser la del máximo control, intentando regular en todo lo posible los tratamientos con pautas fijas e inamovibles, o tratar en su diagramación y dirección de minimizar los efectos institucionales permitiendo que el reglamento se flexibilice al servicio del desarrollo de las curas.

Un amo “advertido” sabe que un analista debe tener un margen de maniobra para poder conducir los tratamientos; sabe que si esto no sucede, si todo está pautado y no se puede atender a la singularidad del caso por caso se complica y desvirtúa la dirección de los tratamientos al menos en el sentido de un psicoanálisis (hay otras lógicas de abordaje en las que –tal vez– esto no sería tan conflictivo).

La advertencia del no todo gobierno para quienes dirigen estas instituciones, también debe funcionar en cuanto al grado de formación que poseen aquellos que están a cargo de la dirección de los tratamientos. La palabra “analista” soporta un uso demasiado generalizado y a veces ubicarla en el punto de partida de la formación, también puede llevar a excesos con variados resultados negativos. Uno de ellos podría ser que se busque en la institución la garantía del acto, conduciendo los tratamientos absolutamente referenciados a las normas institucionales. Así la institución queda ubicada como Otro garante y el analista “amparado” de su acto, en el peor sentido.

Para poder sostenerse en la función “deseo del analista” es necesario, como se señalaba anteriormente- haber dado unas cuantas vueltas por los cuatro discursos en el dispositivo del análisis personal. A mayor análisis, menor posibilidad de que los deseos, anhelos e intereses particulares de cada uno, obstaculicen el posicionamiento en el lugar que conviene a quien conduce una cura semblanteando el objeto causa de deseo.

No hace falta llegar al extremo de pensar que se podría tratar de intereses reñidos con la ética, ya sólo con desear “hacer el bien”, producir bienestar, estamos frente a un problema.

Ni hablar de aquello que se postula como un supuesto acto del analista y dónde por sus efectos, se observa que no se alcanza a despegar de las coordenadas imaginarias (por ejemplo, cuando alguien no puede pagar y se sanciona que pague más sin permitir que el análisis haga allí su trabajo para resolver el obstáculo que está operando).

La premisa no es el fin de análisis para poder conducir una cura, pero sí haberse analizado lo suficiente como para –al menos– tener detectadas ciertas complicaciones subjetivas que podrían entrometerse en oportunidad de estar dirigiendo un tratamiento.

Lo propio de una institución –sea cual fuere su objetivo- es estar regulada por el discurso del amo que representa a la ley en lo referente a la organización; si no hay regulación no es posible el orden necesario para funcionar. A veces, cuando se trata de una institución de orientación psicoanalítica y por cierto desvío de lo que se entiende por puesta en juego del deseo, se supone que se debería y/o se podría funcionar en relación a “según estén causados sus integrantes”. Esta creencia de mínima promete la falta de un funcionamiento orgánico institucional, habilitando las condiciones para el florecimiento de situaciones anárquicas, de caos y zozobra.

Si no se enmarca su funcionamiento estructurando su organización con pautas, límites, reglamentos, sino opera la ley, lo que se puede y lo que no, es imposible que la misma funcione. Por supuesto que se esperan distintos resultados según los objetivos que la institución plantee, pero se esperan resultados y hay que abocarse a producirlos. En la dirección de la institución psicoanalítica es necesario cierto “savoir fair” para permitir el florecimiento del discurso analítico conjuntamente con el desarrollo de las normativas. No todo reglamento pero no, sin reglamento.

La palabra “amo” per-se no resulta demasiado simpática. El discurso amo no goza buena prensa y es verdad que cuando el amo no está advertido de la imposibilidad del todo gobierno de lo real, se cometen excesos y muchas veces con consecuencias nefastas. Cuando el amo supone que es la ley y no que la representa, cuando no advierte que su causa está más allá de su persona y de su palabra se pueden producir estragos. En nuestra historia reciente tenemos un trágico ejemplo de ello con nuestros desaparecidos. Otro ejemplo digno de mención es el padre de Schreber.

Pero concretamente, ¿Qué quiere decir que el amo esté advertido? Estar advertido de la imposibilidad del todo gobierno de lo real es estar advertido de la castración.

La vida da oportunidades de lo más variadas para encontrarse con el límite de lo real. Ocasiones para “morder el polvo”, como se suele decir. Esto produce marcas en los sujetos y – en el mejor de los casos – hace mella en la omnipotencia y el narcisismo que operaba en los tiempos de “su majestad el bebé”. Otra vía de acceso privilegiada para la subjetivación de la castración es el atravesamiento de un análisis.

No hay que descontar tampoco las características personales de quienes en el funcionamiento de este discurso amo estén ocupando el lugar del agente, incluyendo entre ellas qué estructura portan. No es lo mismo, por ejemplo, un amo neurótico que un amo perverso.

Y ahora, en relación a lo que una institución tiene para aportar a la formación de un analista, es de subrayar la importancia del pasaje por alguna, sea a la manera de la concurrencia, la residencia, la visitancia, o por un dispositivo de formación que plantee el trabajo epistémico articulado con el desarrollo clínico.Si la institución que brinda la posibilidad de la práctica clínica está diagramada en los lineamientos del psicoanálisis aplicado, proporciona una intensiva experiencia. Allí se tiene acceso a situaciones clínicas que mayormente no llegan a los consultorios privados; también es relevante la posibilidad del contacto con la clínica de muchos colegas en los diversos dispositivos instituidos (supervisiones, ateneos, reuniones de equipo, etc.) ello permite una comunidad de experiencia que sedimenta el camino de la formación.

La formación del practicante novel se ve facilitada cuando se da la oportunidad de la conjunción de la práctica clínica con el trabajo de textos y la supervisión de casos ya que de ese modo se abordan dos de los tres pilares que Freud y Lacan instituyeron: el análisis personal, la supervisión (que implica la dirección del tratamiento) y la investigación.

Adriana Casaretto